lunes, 28 de febrero de 2011

Dejar de fumar





Vaya por delante y antes de nada que he dejado de fumar porque me ha dado la gana; que mi decisión de abandonar este mi único vicio confesable no ha estado influenciada por ninguna de las últimas decisiones de los "iluminados" que forman parte del gobierno actual de este país.
Y una vez dejado claro este punto, vamos al turrón.

Dejar de fumar es quizá una de las decisiones que más trabajo y menos me ha constado en mi vida. No, no estoy siendo contradictoria. Durante mi vida de fumadora lo he dejado tres veces, cada vez que he estado embarazada. En esos momentos, la decisión fue fácil, no así dejarlo, pero sí decidir que quería dejarlo.

Sin embargo, dejar de fumar porque sí, porque hoy es hoy, porque me da la gana y quiero, sin estar enferma, sin toser por las mañanas, sólo porque creo que ha llegado el momento ha sido difícil y duro.
Abandonar esta costumbre implica cambiar de hábitos, no os imagináis la cantidad de cosas que un fumador tiene asociadas al tabaco. Paso a enumerar:

Tomar café, con un delicioso piti como compañía.

Montar en el coche, poner música y para estar en la gloria... encender un cigarrillo.

Comer un caramelo de menta, acompañado de un cigarro

Tomar una copa, por supuesto, fumando, porque si no, no sabe igual. No sé a qué sabrán ahora las copas, creo que fumaba antes de tomarme mi primera copa.
Acabar de comer, y fumar un cigarro de postre.
Esperar un tren, autobús, avión....encender un cigarro.Es como un reclamo, llega rápido.

Esperar cualquier otra cosa, fumando
Relajarse, fumando un cigarro cómodamente en el sillón.

Afrontar una situación delicada, encender un piti.

Tener que tragarte un cabreo, fumando

Enjugar unas lágrimas, mejor con un cigarrillo.

Concentrarme para escribir, un pitillo siempre ayuda.
Obviamente hay otros pitis en los que muchos estáis pensando, que ni los voy a nombrar, pero esos también han sido un hábito.

Ahora que todos, todos esos pitis han desaparecido me siento como esas veces que sales de casa y vas todo el rato pensando: "se me ha olvidado algo y no sé lo que es". Es una sensación muy desagradable, si esto dura mucho tiempo pensaré que tengo Alzheimer.

Llego a cualquier sitio, saco el movil del bolsillo y acto seguido miro en el bolso, y no sé que pasa, vuelvo a mirar y veo todo el revoltillo de cosas que llevamos las mujeres en el bolso y me quedo mirando como una idiota, hasta que me doy cuenta de que lo que estoy buscando es el paquete de tabaco y el mechero.

Lo peor no es creer que estoy senil con mi edad, que ya sería una putada y muy gorda. Lo peor es que cuando dejas de fumar todo huele raro, mi casa lleva oliendo a comida desde el sábado, no soy capaz de quitarme ese olor. Todo huele como si hasta ahora hubiera tenido puesta una pinza de la ropa en la nariz, muy intenso. En algunos casos es bueno, en otros... no tanto.

Hay más cosas malas, pero ya me habían avisado, así que no me asusto. Esta mañana estaba afónica como después de un sábado de Carnaval de otros años, de hace muchos años, porque creo que hace tres que no salgo. Dicen que te sientes realmente enfermo, es una de las etapas por las que pasas cuando dejas de fumar. Pasas por un resfriado mocoso que ni un Inistón concentrado puede hacer nada por salvarte. Según dicen toda la flora de la garganta y demás sitios arrasados por el humo de los cigarrillos se tiene que regenerar. Debo de estar hecha de buena pasta si ya huelo como huelo.
Así que nada, si me véis por ahí olisqueando como un chucho, o mirando al bolso con cara de atontada, o buscando algo en el asiento del acompañante del coche... no os asustéis, es que estoy dejando de fumar.
En fin, que necesitaba escupir todo esto o así lo he hecho.

domingo, 27 de febrero de 2011

El Espacio Vital






Se llama Proxémica a la ciencia que estudia la distancia que mantenemos las personas unas con otras dependiendo del grado de confianza que exista entre nosotros. Los expertos en la materia señalan que esta distancia oscila entre los tres metros y medio, que es la distancia media que mantenemos con un extraño que nos pregunta por la calle, y un metro y medio cuando la confianza es mayor. Yo añadiría que la distancia se puede ver sustancialmente reducida cuando la confianza es extrema, incluso invadida. Pero bueno, vamos a lo que vamos.


Os estaréis preguntando a qué demonios viene la tontería esta de la Proxémica, que habrá cuatro expertos en ella y que no lo saben ni sus familiares más cercanos.


Pues bien, todo viene a los incómodos que podemos llegar a sentirnos cuando alguien "invade" lo que nosotros consideramos "nuestro espacio vital". Esa gente que se acerca demasiado, tanto que podrías adivinar qué comieron hace dos semanas; esos que sin ningún miramiento te tocan cuando acabas de conocerles. Esos que nos resultan, por lo menos a mí, pegajosos y desagradables.


Pues bien, si lo justo es, vamos a decir, dos metros de media y el sábado éramos 16 personas en el campo, en la parcela que ese día habíamos decidido que sería nuestra, los que llegaron después deberían haber mantenido un mínimo de 320 metros (si no se me ha olvidado multiplicar de cabeza) y no aparcar sus p*t*s coches junto a nuestros niños que jugaban en una manta, por ejemplo, o aparcar su pedazo de moto cerca de donde jugaban porque lo peor no es que se cayese la moto, sino que se cayese sobre uno de los enanos.


Pues bien, cual es la reacción lógica a una invasión del "espacio vital", la defensa. Nos defendemos de distintas maneras. Ya sea un , "uys, perdona, voy a ver a Fulanito que me está haciendo señas" (mentira cochina, es que ya no soportas más su alitosis); o... un "¿nos sentamos?" (seguro que las sillas están más alejadas que lo que ést@ se está acercando); también, podemos recurrir a un repentino ataque de tos, soltarle unos cuantos perdigonazos de saliva y esperar que el "arrimamiento" no sea con el fin de conseguir un intercambio de fluidos, porque en este caso, le molará el anticipo y la habremos jodido.


¿Cuál fue nuestra reacción el sábado? Pues la más lógica. La defensa.


1.- Según se alejaban de nuestro estimado "espacio vital" dejando allí su asqueroso coche, alguien gritó " ¡¡¡Niño, niño, suelta esa piedra!! ¡¡No se la tires a ese coche que no es de los nuestros!!! ¡¡Lo rayó, ya lo rayó!!!! ¿¡¡Tenéis al niño asegurado!!? Respuesta: "Sí, asegurado, vacunado y con el chip puesto".


La reacción del dueño del coche no fue tan graciosa, al menos para él; nosotros estabamos apartando las lágrimas de los ojos para poder verle, mientras el ingenioso de nuestro grupo seguía narrando las barbaridades que "el pequeño le hacía al coche invasor del "espacio vital" mientras el dueño se giraba insistente y desconfiado viendo que ni nos movíamos de las sillas para parar al niño que iba a agredir a su apreciado vehículo.


2.- ¿Cuál es el momento de más dudas cuando vas a pasar un día de campo? Localizar un lugar cercano, aunque no mucho, y bien escondido para poder hacer aguas menores, (las aguas mayores se hacen en casa). Pues bien, dado que entre nuestros coches y el "coche invasor" había quedado un lugar muy cuco, la reacción lógica fue marcar el territorio,¡ por supuesto! Así pues, el "propietario invasor" se llevó un coche bien marcado por una meada femenina, lo juro, no fue mía, soy lenta de reflejos y no se me ocurrió.


Otro detalle que no tuvieron en cuenta los propietarios de los "coches invasores" fue la música. Es fundamental llevar un pincho con música cuando vas al campo, claro éste se pone en el reproductor convenientemente enchufado al mechero del coche... ¡ah! pero ¿y si tu coche lo has dejado en el quinto coño para dar por culo a unos que llegaron los primeros y pillaron el mejor sitio? Pues te jodes y no pones música. Escuchas la música que han llevado los "invadidos".
No sé si les gustaría mucho o nada mi música, pero me la suda; sonó Elvis, Sinatra, Ella Fitzgerald, Louis Amstrong... y todo lo que a moi le dió la gana. ¡Hale, a pelal'la!

viernes, 18 de febrero de 2011

CON DISIMULO



No, no, no me mires, si te he visto. Ibas mirandote con disimulo en los escaparates de las tiendas. En el de caballeros te pusiste el pelo tras la oreja, en el de señoras decidiste que mejor suelto. En el de moda joven, has pensado que los picos de la camisa por fuera y en el infantil los has vuelto a colocar debajo del cuello del jersey.

Soy ese que siempre mira cuando los demás se esfuerzan en disimular. Veo al que se saca un moco que le estaba molestando toda la mañana, al que le “toma la matrícula” a su compañera cuando ésta se va al café. El que ha oído que tus tripas rugían de hambre y tú has movido las llaves con disimulo dentro del bolsillo del abrigo para tapar ese feroz sonido.

Soy el que sabe que detrás de tus gafas de sol has mirado al macizo que cruzaba por el paso de cebra. El que sabe que te sonrojaste al sonreir al bellezón que te abrió la puerta.

Veo a los que se comen una “chuche” en la tienda, mientras la cajera no mira, a los que se limpian los restos de la copa porque un hielo traicionero se ha dado la vuelta cuando bebían, a los que hacen malabarismos por quitarse un trozo de papel higiénico que se les ha quedado pegado en el zapato cuando fueron al baño. Te he leído los labios cuando cantabas en inglés sin saber exactamente qué decías

Te veo arrimar la nariz a tu axila cuando hay un olor sospechoso en el ascensor, sonreir después y acto seguido mirar con disimulo a los demás ocupantes. Soy el que de lejos, te ve inspeccionar a tu alrededor cuando has tropezado y milagrosamente has mantenido el equilibrio.

¡Te he visto! Escribes ese informe como si te fuera la vida en ello, cuando en realidad estabas buscando ofertas de última hora para las vacaciones de Semana Santa. Y deja de toser, ¡por dios! Que todos sabemos que hoy comiste alubias.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Migas



¿Que os parece si regresamos un poquito a las recetillas de cocina?
... (cri, cri, cri)

Vale, interpretaré vuestro silencio como un sí rotundo.
Hoy he pensado, qué frío, y llueve, y apetece estar en casa, calentitos, sentados a una mesa camilla, con faldillas, con brasero; en un sillón de lujazo con una mantita de peluche, ¿a que sí? Por supuesto, en estos días desagradables para algunos, pero entrañables para otros a quienes nos repele el verano y el calor, lo que apetece comer, sin lugar a dudas, es una comida consistente, con fundamento (y lo he dicho sin el perejil de Arguiñano en la oreja). Pues bien, vamos a hacer unas migas.

En mi pueblo las migas se hacen colorás, o lo que es lo mismo, con pimentón. Obviamente, que el pimentón sea de la Vera, nada de otras cosas que venden por ahí. Prohibido usar el pimentón que venden en el Mercadona que es como unos polvos rojos que bien valdrían para teñir un cubo de pintura plástica.

Yo siempre las hago con pimentón dulce, pero, para los más atrevidos, podéis usar el picante, allá vosotros... quiza vuestro cucu os lo eche en cara al día siguiente.
Allá vamos. Las medidas y cantidades, como bien sabéis en mi blog va a ojímetro. Es decir, nunca será demasiada panceta, ni chorizo, ni pimientos, ni sardinas, ni uvas, ni café con leche o chocolate, jeje. Huevos, sí, con uno por cabeza, será suficiente.
No, no, no vamos, que se me olvidaba. El pan. Lo podéis comprar en cualquier tienda donde vendan pan ya que últimamente se ha puesto muy de moda tener unas bolsacas gigantescas de "pan pa migas", aunque mi consejo es que os lo curréis y piqueis el pan en casa. Si tenéis thermomix, estáis de suerte, si no, cuchillo y paciencia, chat@s. El motivo de no comprar las bolsacas de "pan pa migas" es que en éstas mezclan distintos tipos de pan, baggette, viena, de pueblo y todos los tipos de pan que tengan en la tienda, con lo cual el resultado no es tan delicioso. Comprad un buen pan y picadlo el día antes, lo remojáis un poquito y lo dejáis en una fuente cubierto con un paño de tela. Yo además lo meto en una bolsa de plástico. Manías mías.
Si os habéis fijado antes, a las migas se le pueden poner muuuuuuuuuuuuchas cosas. Lo básico, panceta y chorizo. En casa de mi madre, siempre se fríen pimientos secos, a veces se fríen sardinas, yo nunca las hago, pero esa es una cuestión entre las sardinas y yo. En algunos sitios se comen con uvas, incluso con melón. Hace poco, una amiga nos las puso con un picadillo de tomate y cebolla si no recuerdo mal, también muy ricas.
Y para beber, en mi opinión, un buen vino, tinto,of course. No me paga ninguna bodega por nombrarles, pero aún así yo elegiria... un valor seguro Marqués de Cáceres, si queréis probar algo nuevo... mmmmmmmm PradoRey, tinto (el verdejo está que te mueres, pero no lo veo con las migas), o, ¿Cómo no?!! un Habla, los del año 2010 son el nº 6 y el nº 7, aunque por esos te soplarán 22€ como poco, así que podéis comprar un Habla del Silencio por 8€ y no os decepcionará.
Hay a quien le gustan con café con leche o con chocolate a la taza, para mí de esta manera sólo para desayunar, pero cada cual es muy dueño de comerlas como quiera.
Vale, al tajo.
Ponemos un perol grande en el fuego. Si es muy grande mejor, tendremos para hacer muchas o pocas, y así se remueven mejor. Si no sois muy tradicionales y no tenéis un perol, si os van más las cosas de cocina un poco pijas, un wok también vale. Necesitaremos una buena espátula de madera, cuchara, pala o tenedor, con lo que cada cual se maneje mejor.

Echamos un buen chorro de aceite de oliva en el perol. calentamos y echamos unos dientes de ajo, los doramos y acto seguido, añadimos la panceta y el choricito partidos en trocitos, ni muy grandes ni muy pequeños, que se sepa lo que es, no sólo cachitos de chicha indeterminados. Una vez bien fritito todo esto, lo retiramos del aceite y reservamos.

Cuidadito, que ahora vienen las curvas. Lo difícil, que las migas sean migas y no unas tostadas desmigajadas, ni una pasta con pinta de gachas que no se puede comer.
Bajamos el fuego del aceite, que no se churrasquen nada más echarlas. ¡Venga! Echad las migas al perol. Las habíamos humedecido antes, pero si las notamos un poco secas, podemos añadir un poco más de agua, y... REMOVED! REMOVED! REMOVED! Hasta que se os ponga cara de esclavos remeros de un barco romano. Si os gustan sabrositas y la "sustancia" que han dejado los ajos y la panceta y el chorizo no fuese suficiente, podéis poner un poco de sal en las migas. ¡Ah! Y por supuesto el pimenton. Dependerá de la cantidad de migas, pero entre la puntita de una cucharilla de café si son pocas y una cucharilla entera si son más.
¿Ya? ¿Tenéis ya los musculos de Popeye en el brazo derecho, o en el izquierdo si sois zurdos? ¿Tienen vuestras migas la apariencia de las que seguramente hace vuestra madre magistralmente? Pues, ale, ¡a la fuente! Las acompañas del choricito frito, la panceta, los pimientos, huevos fritos, las sardinas, las uvas...
¡¡¡Que aproveche!!! No ha sido tan difícil, ¿no?














Reflexiones del un loco frente a un tablero de ajedrez



Blanco, pastillas, batas, jabón. Negro, tu pelo, tus ojos, mi futuro. Blanco, mi vida, la sala, la camisa de los días malos. Negro, tus pensamientos cuando me miras.
Mi dama negra se mueve por el tablero de mi vida según le place. Sobre mi caballo blanco salta dibujando sillas con mis días. Días buenos, cuadros blancos. Días malos, cuadros negros, camisa blanca.
Tú sólo mi dama negra. La dama blanca me mira de reojo, me da pastillas, me revisa la boca para ver si me las trago, da tres vueltas a la llave por la noche.
Soy el rey del tablero. Soy el rey blanco y el rey negro. Soy el alfil blanco que vela tus sueños cuendo sueñas conmigo. Soy el alfil negro, traidor y mezquino que atormenta tu vida cuando sientes que, pese a todo, aún me quieres.
¿Me quieres? Ven conmigo a la torre blanca, a la de las buenas intenciones. La de me voy a curar, a medicar, donde un batallón de peones de marfil nos mantendrán lejos de las paranoias.
¡Abandóname! Déjame sólo en la torre negra, vigilado por ocho peones negros que aprienten mi inmaculada camisa de fuerza.
No me voy a curar. Jamás volveré a ser el mismo.
Me pierdo. El rey blanco y el negro se ahogan en un remolino de blanco y negro que arrastrado por una gravedad extraña se traga todos los cuadros, los blancos y los negros.
Soy un peón, un peón negro que se interpone en tu camino, mi dama, mi dama negra.
Soy un peón blanco que se sacrifica para despistar a la locura y te ayuda a ganar la partida. La que juegas contra ella, la por fin ganarás si yo desaparezco. Me sacrifico, quiero morir.
Salto de cuadro en cuadro. Blanco, negro, blanco, negro, blanco, negro. Gris. Soy un caballo, qué mas da si blanco o negro. Estoy solo. El tablero y yo.
Dame otra pastilla, dama blanca. La pondré sobre el tablero para que salte conmigo del negro al blanco. Otra pastilla más, dama blanca, que me devuelva a la locura y olvide a mi dama y no sufra por los días que no la veo, por los días que la locura me roba, por los besos que el aire absorbe y no le llegan.
Vete, puta! Me atormentas cada vez que vienes. Déjame solo con mis peones y mis caballos. Déjame en mi mundo en blanco y negro, con mis pastillas y mi camisa blanca. Déjame con mi dama blanca, que me droga y me aturde hasta que no sé si es así de grande o es que la veo doble.
No vuelvas. La torre blanca es este maldito sitio aséptico. Los peones blancos deambulan por miles de cuadros blancos que forman pasillos. Un alfil mira la hora. Yo también. Hoy rey negro con camisa blanca. El tiempo trascurre lento mientras espero a los peones negros que me conduzcan a un carro tirado por dos caballos negros. La torre negra me espera. Mi ataud. Mi salvación. Tu libertad.

martes, 15 de febrero de 2011

DESPERTARES I



Despertó y sintió ese vacío que supone no recordar un sueño.

Cerró los ojos y recorrió con la memoria sueños de otras noches: paseos por caminos oscuros y pisos de arcoiris; vuelos a baja altura pasando la mano por vastos campos de espigas; escondites tenebrosos temiendo la llegada del monstruo que nunca veía; rebaños de ovejas que rodeaban su cama y de repente ya no eran ovejas sino toros y luego serpientes; caminó por el borde de un precipicio, tembló y perdió el equilibrio, se tambaleó y su cuerpo golpeó contra el suelo del dormitorio.

Acababa de despertarse.

miércoles, 9 de febrero de 2011

El día más feliz en la vida de un niño

Pues sí, que lo sepáis todos aquellos que no sois del club de Rouco y su peña, el día más feliz en la vida de un niño es EL DÍA DE SU PRIMERA COMUNIÓN. Claro, que no es ni por los regalos, ni por la bici que va adjunta al traje de marinero o novia en pequeñito. No, no. Es por el compromiso que supone el Sacramento de la comunión; es un momento que los niños de 9 años afrontan con una madurez absoluta. ¡Hay que joderse, y mis hijos se lo van a perder! Primero porque no están bautizados, segundo porque me niego a hacer bautizo y comunión en la misma semana, tercero porque no voy a hacer a mis hijos de un club al que no pertenezco y cuarto y último porque, por lo pronto, el niño grande ha dicho que a él no le disfrazo de marinerito ni de coña.
¿Recordáis el día de vuestra primera comunión? Yo sí, y como este es mi blog, os lo voy a contar. Esto es como ir a casa de unos recién casados, te ponen el video de la boda y de la luna de miel sí o sí. Para eso es su casa. Y si no te mola, te vas a la tuya.
Pues eso, que yo me acuerdo de mi Primera Comunión como un día sin excesiva gloria. Fuí de corto, porque mi madre es de las que lo aprovecha todo, incluso el traje de la comunión! No podía ser largo porque así luego me lo podía poner los domingos para ir bien guapa. Que digo yo, casi todas las niñas se lo compraban largo y luego sus madres, muy apañaditas ellas, se lo cortaban y lo llevaban como yo todos o casi todos los domingos de ese año, desde mayo hasta septiembre. Además mi hermana había hecho su primera comunión dos años antes, también de corto, y no iba a ser yo la niña mimada...
Yo, como la niña buena que era, madura a más no poder y muy elocuentemente le dije a mi madre: "claro, mamá, mejor corto."
Era muy divertido, parecía que vivíamos en Sevilla, tol día de jarana, era la celebración eterna del día del Corpus. Era como un Día de la Marmota pero en vez de con un bicho, con un traje de mini-novia.
Comimos en casa, mis padres,mi hermana, mi abuela que vivía con nosotros, mis abuelos de Madrid y una prima y claro yo. No nos habíamos visto mucho antes, pero esta prima y yo nos pasamos toda la tarde haciendo el camino que había entre mi casa y el kiosko de helados más próximo. Creo que probamos todos los sabores y todos los modelos.
En fin, que salvo por el tema de los helados, no recuerdo ese día como el más especial de mi vida de niña.
Y ahora la parte buena, os permito, aunque este sea mi blog, que me contéis si en realidad sí que es el día más feliz en la vida de un niño,¿qué recordáis de ese día?
:orejas: os estoy esperando

martes, 8 de febrero de 2011

la ambulancia de las 13:30



¿Es posible que los planetas se alínien todos los días a la misma hora para que alguien necesite la asistencia de una ambulancia?

¿Podría ser cierto que esa, las 13:30, fuera la hora fatídica en que en esta zona del país, del planeta, del universo, lo más seguro fuese estar medido en la cama sin menearse y aún así sería probable que te diese un infarto, o un ictus?

A esa hora, si fueses conduciendo, podría cruzarsete un gato negro; o si pasases debajo de una escalera, se te podría caer encima el cubo de pintura de su propietario; o podrías pisar una mierda de perro con gastroenteritis y desparramarte por el suelo sufriendo una jodida conmoción cerebral, o romperte una pierna, o el coxis, que es una putada y duele un cojón... o ¿!qué coño sé yo!? Pero... ¿alguien puede explicarme por qué demonios pasa una jodida ambulancia con la sirena a toda pastilla por delante de mi casa tooooooooodos los días laborables a las putas 13.30h?

En mi opinión, no es posible que ninguno de los anteriores supuestos sucedan. Pese a todo, no voy a estrujarme las meninges pensando cuál es el motivo real, aunque me acuerdo de todos los ancentros del conductor, el médico y de todos los que van en la ambulancia.

Encontrar una lágrima



Subido en un cajón de madera un hombre grita en la calle. Aquellos que pasan a su lado y piensan que es un iluminado más, siguen su camino. Pero aquellos que se paran a saciar su curiosidad se quedan.
“No sigo a ningún dios, no intento convencerles de nada, pero les anuncio que el fin del mundo se acerca.”
Su voz es cálida y firme. No suena como un loco, aunque todos crean que lo es. Pese a ello, por su boca salen una verdad detrás de otra que le da mano a la siguiente.
“El ser humano es bueno, pero ustedes no lo saben. Engañan a sus esposos, roban, matan, fabrican armas, secuestran niños, violan…”
Su discurso va subiendo de tono, aunque su voz no varía. Está calmado, es algo que ha pensado muchas veces y ya ha pasado su furia. La desgracia de la Tierra es una cosa cotidiana.
“Encuentren al ser bueno que llevamos dentro, aquel que frente a la desgracia de los demás se le salta una lágrima y no mira hacia otro lado. Así y sólo así salvaremos este mundo.”

lunes, 7 de febrero de 2011

Francieli



Belfast vuelve a oler a sangre,
roja como rosas con espinas
cortantes como filos de navajas.
Veintiocho primaveras de samba
desgarrados a navajazos
en La Rosaleda de las Mercedes.
Francieli era tu nombre,
que tiene regusto a cielo.
Ojalá este destino sea
mejor elección que el primero.
Belfast número trece
huele a mala suerte y a sangre.
Su agresor, su asesino,
con treinta cursos de aprendiz de dios,
creyó terminado su entrenamiento
y quiso volar tras su última práctica
como director de vidas.
Pero sus alas eran de aprendiz
y el justo suelo rompió sus huesos.
Treinta años y un día de condena
y toda la eternidad de tormento
para el aprendiz.
Siete mil noches en vela
recordando tu rostro, Francieli,
tu sangre de samba,
tus gritos que sonaban a fado.
¡Que no duerma! ¡Que no descanse!
Que la culpa y el remordimiento
aten sus alas para que nunca,
nunca más, levante el vuelo.

viernes, 4 de febrero de 2011

China


-“¡Mierda!”- dijo con fastidio y asco a la vez.

Y así era. El pobre chino había muerto de cólera. Mejor dicho se había licuado; todos sus jugos se habían transformado en heces que inundaban la cochambrosa choza.

jueves, 3 de febrero de 2011

Un Chupito







Sabina apura su whisky on the rocks mientras sus dos peces de hielo luchan por subsistir en un vaso bajo.

El antro, pasado de moda, rezuma un olor a ambientador barato. El barman seca vasos con un paño. Se abre la puerta y entra ella. Ella, la mujer más bonita que él ha visto, y ha visto muchas detrás de esa barra.

Cada noche, desde hace una semana, llega sola y se marcha sola. Siempre pide un cocktail.

-”¿Cuál?”-preguntó el barman el primer día.
-”No sé,”-dijo ella-”el que quiera”.

Así, cada noche, él le declara su amor con un Siete Poderes, como los que ella ejerce sobre él. Se sirve como sus visitas, en vaso de chupito helado, como su actitud. El barman es un profesional, frío como el hielo picado de una Caipirinha, aunque su corazón destila un suave y dulce Ron-Miel, que se flammea al ver sus labios de Granadina, sus ojos dulces como el Brandy y su cabello oscuro como la noche.

Ella le da frío y calor a la vez, le estimula, le hace que cada noche sea mágica, la barra le huele a barrica de roble impregnada de ron, le quita el sueño y todo ello envuelto en un halo de finura italiana. Así es ella, un Siete Poderes: vodka, ginebra, whisky, tequila, ron, licor de café y martini.