martes, 12 de abril de 2011

La Bella Durmiente

-"Su tarjeta de embarque, por favor"- dijo la azafata. "57E", añadió monótonamente, con una sonrisa que no correspondía a su tono de voz. "Al final, junto a la ventana."

-"Gracias", dijo él. Marcos se dirigió al asiento que le habían indicado.

Con dificultad, caminó por el pasillo del avión esquivando, a otros pasajeros que metían sus equipajes de mano en los compartimentos superiores. Miraba hacia el suelo, era ya una costumbre. No era un hombre agraciado, y decirlo así era una manera muy suave de describirle. Era moreno, tenía el mentón prominente, las cejas muy pobladas, oscuras; los ojos muy azules y saltones, la nariz aguileña; los labios eran casi inexistentes, sólo tenía una abertura a la sombra de la nariz. Su barbilla podría haber sido la de una bruja; el cuello muy largo, todo él era muy largo, mediría un metro noventa, muy delgado y vestido todo de negro. Tenía pinta de enterrador. Por todo ello, Marcos era un hombre tímido, no exento, eso sí, de una vida interior muy cultivada. Quizá por no haber podido desarrollar la suya plenamente. Llegó a su asiento.

Una mujer preciosa ocupaba el 57D, justo a su lado. Se había fijado en ella en la terminal, mientras esperaba el momento de embarcar. Había esperado su turno detrás de ella. Se fijó en cada detalle de su anatomía. su cabello era oscuro, brillante y caía sedosamente sobre sus hombros; tenía los ojos de color chocolate; pómulos marcados; la nariz era perfecta, los labios carnosos, sin carmín, de un rojo natural intenso. El resto de su cuerpo era una melodía de curvas que bailaban acompasadamente al son que marcaban su zapatos de tacón de aguja. Pero lo que más le llamó la atención fue que olía a jazmín.

Ella se levantó para dejarle pasar.

-"Gracias" dijo Marcos. Se sentó y enredó con los folletos que había en el bolsillo del respaldo del asiento de delante.

Casi ocultaba su rostro tras una resvista en la que la compañía aérea ofrecía perfumes, bebidas, despertadores y otras cosas más inservibles aún que las anteriores.

Paloma se sintió intrigada por aquel hombre que se había sentado a su lado. Olía a jabón. Lo agradeció. El ambiente en el avión ya estaba bastante enrarecido con los olores de cada pasajero mezclados, perfumes, olor corporal... Aquel olor a jabón era como una bocanada de aire fresco.

El vuelo sería largo. Viajaban de Madrid a Nueva York. Siete horas de vuelo. La intriga por el singular hombre que se sentaba junto a ella se disipó y una amenazante inquietud comenzó a apoderarse de ellla. La noche, el mar, el avión. No era extraña para ella. Le pasaba siempre que volaba.

Estaban a punto de despegar. Pulsó el botón y, casi inmediatamente, una azafata estaba a su lado.

-"Por favor, ¿Podría traerme una almohada y una manta?"

-"Por supuesto, señorita." Cuando se lo trajeron, se acomodó tanto como le fue posible, se abrochó el cinturón y cerró los ojos con la esperanza de que dormida el vuelo sería más corto y la inquietud que le anudaba la boca del estómago desapareciese.

Poco a poco, su respiración se hizo más lenta. Se había dormido.

Marcos había vuelto a percibir el olor a jazmín. Cerró los ojos y jugó a imaginar qué sucedería si él se atreviese, algún día, a dirigirse a una mujer como aquella. Con los ojos cerrados, el aroma a jazmín se hizo más intenso; la imaginación de Marcos, casi acompañada de música, comenzó a trabajar.

-"Gracias, no tenías que haberte molestado."- Paloma recogía un ramo de flores de las manos de él. -"Me encanta que me hayas llamado para que viniese a buscarte al aeropuerto. Las flores son sólo una casualidad. Se me ocurrió por el camino."

-"De todos modos, muchas gracias, son preciosas. Pero, ¡cuéntame! Hace sigos que no nos vemos; tendrás que ponerme al día."

-"Sigo trabajando en lo mismo, sigo viendo en el mismo sitio y teniendo los mismos vicios, no he dejado de fumar y de adorar ese embriagador olor a jazmín de tu perfume."

Una sonrisa se dibujó en sus labios perfectos. Se removió en su asiento y susurró algo ininteligible. Estaba soñando.

-"Encantada."-había dicho- "Me llamo Paloma Suárez, ¿Conoces Nueva York?"

-"No, es la primera que viajo allí; voy a unas conferencias realcionadas con mi trabajo. ¿Y usted? ¿Ha estado antes allí?"

-"Por favor, no me trates de usted"-dijo, sonrió y añadió-"Sí, viajo con frecuencia a Nueva York, soy diseñadora de moda."

Paloma miraba fíjamente a aquel hombre de voz grave y agradable que no acompañaba en absoluto a aquel cuerpo tan torpemente dibujado. Era agradable, sus facciones se suavizaban con el sonido de su voz.

-"Estoy emocionado con este viaje; ya sabe, perdón, sabes"-sonrió-"todas esas películas, el Empire State, Manhatan, Central Park..."

-"Nueva York es una ciudad maravillosa, seguro que no te decepcionará."

-"Espero tener tiempo para dar un paseo, con tanta conferencia... "

-"¡Tendrás que buscarlo! No he cruzado el Atlántico para que me dejes aparcada en tu apartamento"-dijo entre risas y con una mirada pícara.

-"Claro, tendré que reponer mi dosis de jazmín entre charla y charla"- le contestó Marcos besándola con la mirada.

Ambos se echaron a reir, él por la reclamación de ella, ella por la declaración de él.

-"Estoy deseando visitar Central Park, Manhatan, el Empire State... escenarios de película."

Paloma hablaba de Nueva York como una niña de un parque de atracciones.

-"¡Vaya!, pensé que eso eran cosas de turistas"-dijo él sorprendido.

-"Nunca te cansas de Nueva York"- sentenció ella.

-"Espero que sea así"-deseó Marcos.

-"¿Cómo?" Por un momento , Paloma no sabía dónde estaba. Las luces se habían encendido y ella se había despertado.

-"Usted ha dicho que uno nunca se cansa de Nueva York, y yo he dicho que espero que sea así." Marcos justificó su respuesta sin saber muy bien por qué estaba hablando con aquella deslumbrante mujer.

-"jajajajaja, me he quedado dormida y debo haber hablado en sueños". Pudo sentir cierto sonrojo en sus mejillas al darse cuenta que había estado soñando con aquel hombre durante todo el vuelo, pese a la inocencia de su sueño. -"Espero no haber estado molestándole todo el tiempo"- se disculpó.

-"No, tranquila, yo también estuve soñando."

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